miércoles, 27 de enero de 2010

Antier

Desperté con una pinche desesperación cabrona. Me sentía cansado, los brazos me dolían, las piernas ni las podía mover y con la espalda adolorida. Me acosté a toda madre, sin dolores ni fregaderas así, y desperté hecho la madre. Hasta la cabeza la sentía pa la chingada. Por más que hacía memoria, no recordaba nada. Desperté con memoria a corto plazo, pues solamente recordaba desde el momento en que abrí los ojos.

Tenía un sabor amargo en la boca. Sentía que andaba crudo, pero si ni había tomado. Tenía más de una semana sin tomar. Pinche desmadre, no recordaba nada. Los ojos hasta rojos los traía, como si ni hubiera dormido. Me levante y mis chanclas no estaban al lado de la cama, ni regadas en el cuarto. Salí al patio y la mika se me quedaba viendo. Sentía como si algo la molestará, pues me veía con miedo, se me acercaba y después se iba. No fue mañana de princesa de Disney, donde al salir echando madres los animalitos se juntaban a mi alrededor y cantaban a toda madre, nel, me mandaron a la chingada y me veían peor.

La neta no sé por qué me veían mal pedo. Empiezo a preocuparme, pues los dolores, el sabor amargo de boca, la memoria corta y ahora los animales con miedo, pues qué chingados les hice! Al entrar al baño, vi un desmadre. Todo guacareado. Regresaron recuerdos a mi mente. Vomitando con madre toda la noche-madrugada, la mika escuchándome asustada y yo saliendo todo madreado. Esa era la razón del dolor de cuerpo, los ojos desvelados, el sabor amargo en la boca y el miedo de los animalitos… Madres! Ya había empezado a pensar mal. Ya iba a ir con la psicóloga. Ah, pinche alivio. Me metí a la casa y me dormí otro rato. Y los animalitos que se vayan a la chingada y ojala se los chingue –como quiera- un gato!

martes, 26 de enero de 2010

Luna lunera!

Era de tarde, más bien era ya de noche. Todo el camino de frente veía a la luna. Pero una luna cabrona, una luna que daba miedo. Era igualita a la que yace bajo los pies de la Virgen apocalíptica. Una cuneta blanca, que me remitía al apocalipsis.

Venía de copiloto, aunque ni ejercía mi papel. No daba las indicaciones. Iba, creo, en el lugar equivocado. Suplantando un puesto. Debí de haber ido atrás. Pero me tocó ser copiloto. Aunque la culpable fue la luna. La veía moverse frente al carro. Las nubes pocas veces la escondieron. Era cabrona, pues sabía que me intimidaba y se mostraba en todo su esplendor.

Por ratos platicaba, escuchaba y por otros ni recuerdo lo que decía o escuchaba. No era el cansancio del viaje. Era la pinche lunita, que a pesar de mostrarse pequeña, ni la mitad de su tamaño, me ponía nervioso.

Fueron algunas horas de tenerla de frente. Fue suficiente como para piratearme viéndola. Llegué a la casa y ya no la vi. Estuve en el patio un rato y no la vi. Hubiera pensado que fue una revelación, pero los demás también la vieron. Eso me awito, no ser el neojuandiego o el vato con el mensaje celestial, ni pedo, a ver si para la otra. Era una lunita jodida. Un pinche pedacito de luna, pero que se veía cabrona. Por momento aluciné a la Virgen sobre la luna, que me apuntaba con su dedo y se reía. Agarraba cura de mi Sabía que me sacaba de onda, pero le gustaba hacerlo. Era el fin, pero también principio. Pinche lunita cabrona!



viernes, 15 de enero de 2010

Muy, muy temprano -como la de los Fab Cadillcs-

Vientos huracanados... machín pegaron ayer en la noche-madrugada. Caían ramas por la calzada. Dos que tres ya estaban en el suelo, pero igual se veía medio fantasmagórico el camino. Nomas faltaba que a lo lejos se escucharan los cascos de algún caballo y que el jinete sin cabeza saliera, pero no a cortar cabezas, sino a cortar ramas el cabron, por eso el tiradero. Unos polis en su patrulla, nomas se asomaron y como que vieron que fuera caminando bien. Iba de lado a lado pero igual pensaron que era por el viento y la madrugada fría… No mames, venía con el pendiente de la Mika, de que no la fuera a encontrar en los cables de la luz enredada o en el árbol de mango ensartada en unas ramas, o hasta electrocutada por la estática del viento y sus greñas, y con un toque leve a la reja de metal, madres! Quedará ahí tostada.

Llegue al cantón y como siempre me recibió con unos ladridos, que ahora si ni entendí si era reclamo o aclamo, pero ni caso le hice pos traía un chingo de sueño y frio. Un chingo de frio. Un chingo de sueño.