martes, 16 de marzo de 2010

El fútbol nos (des)une

Hace unos meses el técnico de la selección “nacional mexicana” dio a conocer la primer lista de seleccionado. Causo “pánico”, controversia, malestares y sobre todo una serie de incoherencias entre los medios de comunicación. El listado la conformaron 23 jugadores, 4 naturalizados mexicanos o como se ha mostrado en el medio futbolístico, 4 no tan mexicanos.

Empezaron a circular comentarios pidiendo un límite de “naturalizados”. La razón es que truncan el camino a los mexicanos “de verdad”, pues parece que los naturalizados no pueden lograr ser mexicanos totalmente, aunque la documentación y leyes digan lo contrario. Argumentan que los naturalizados no tendrán el amor por la camisa, mejor dicho por lo que representan los colores de la bandera plasmados en el uniforme. Y son necesarios los “mexicanos al grito de guerra”.

Me pareció absurda tal posición, sobretodo tomando en cuenta el momento de movilización humana que se vive, donde naturalizarse a determinado país no es por amor al sitio receptor, a los nuevos colores patrios, a tener que llorar cada que se escuche o vea alguno de sus símbolos. Tiene que ver con oportunidades laborales y de vida que en el sitio de nacimiento no se dan. Así que no entendía tales posturas de comunicólogos, gente al frente de un micrófono, con pluma, de los propios jugadores, dirigentes deportivos e incluso legisladores. ¡Una autentica mamada!

Concuerdo con lo que comentó en su momento el periodista Fernando Schwartz en el diario deportivo Esto (21 de enero de 2009), criticando la postura “nativista” que se tomó, y recuerda el caso de “ex mexicanos” que han triunfan fuera del país y los naturalizados que han dado glorias al deporte “nacional”, como la china Ma Jin que entrena a las clavadistas, que tantas glorias han dado recientemente, o el cubano Raúl Barreda entrenador de velocistas, entre estos Ana Guevara. O en el mismo fútbol, el gol anotado por el no tan mexicano Matias Vouso que dio el pase a México a la siguiente fase en la eliminatoria rumbo al mundial.

Lo irracional, que a mí me parece, es que se habla de que los mexicanos tengan igualdad de oportunidades en otros países, especialmente Estados Unidos, que si pagan impuestos y trabajan como la mayoría deberían de tener las mismas oportunidades, pero y en ¿México? Aquí si se marca tajantemente diferencia entre mexicanos de primera y de segunda, pues deben de existir privilegios para los primeros, para los mexicanos “originales”. Aunque no es raro, pues como bien sabemos, los mexicanos –autoridades, organizaciones no gubernamentales, artistas, deportistas, etc.- siempre han manifestado el repudio hacia el trato que se le da a los mexicanos en Estados Unidos, y se olvidan de la frontera tan larga en que se convierte México para los centro y sud americanos. El trato que reciben en México, por mexicanos, a estos inmigrantes es en algunos, tal vez muchos, casos peor que el que reclamamos a las autoridades Norteamericanas. Pedimos mejor trato a los mexicanos, igualdad de oportunidades, pero eso se olvida en México, tanto con los “naturalizados” como con los grupos indígenas, que deberían ser más mexicanos estos últimos.

¿Amor a una nación? ¡Huevos! El nacionalismo es una postura, a mí ver, castrante, que somete y pinta a todos del mismo color. Claro, algunos desteñidos. Busca crear cohesión entre los ocupantes de un determinado territorio, busca hacernos iguales a todos, mexicanos, cobijados por el manto de una institución paternalista, que como todo buen padre castiga si lo desobedecemos. Así que no es amor, es vivir bajo reglas para evitar ser expulsado o separado. Por ejemplo, los de Tijuana para varios del centro-occidente, somos casi gringos, poco mexicanos, porque nacimos en una región que tiene más relación con San Diego que con el Distrito Federal, porque celebramos más el halloween que el día de muertos. Cuando el día de muertos es una invención, tal como se pretende realizar a nivel nacional, donde se busca justamente crear tradiciones nacionales sin tomar en cuenta las relaciones que cada región se establecen. ¿Nacionalismo? ¡Ni mis huevos son iguales!

Ahora, si nos ponemos quisquillosos, pues esa selección “nacional mexicana” no es la mía a pesar de tener los colores de mi bandera, pues se nombra la selección azteca y yo creo tener más sangre tarasca –si nos vamos al amor por el terruño o nativismos-, y como es bien sabido, éstos no tuvieron buenas relaciones con los aztecas, y dónde quedarían los otros grupos indígenas. ¿Apoco todo mexicano debe ser azteca?

Es solamente un partido de futbol, pero éste refleja mucho más que esto, que simple futbol.

PD. Y pensar que para el mundial en México 1986, el himno fue:

“México 86, México 86, el mundo unido por un balón. Mi tierra que se viste de su historia y tradición ofrece a quien la quiera su amigo de corazón”

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